Un deseo que continuamente demanda y continuamente se autosatisface.
Nunca he vivido la vida como sueños de fin de semana y odiada realidad de lunes.
Nunca he sido ningún forofo de ociosas vaciones. Para mí, mis mejores nocheviejas han sido detrás de una barra.
Durante toda mi época profesional me ha cosquilleado la tripa al acercarse el lunes. Siempre ha habido motivos personales que me motivaran a levantarme y llegar hasta la oficina.
Sufro aveces, me avergüenzo otras y ahora estoy empezando a enorgullecerme por disfrutar de mi oficio. Qué poca compañía tengo en esta sesación.
Existe una gran diferencia entre tener un trabajo y tener una profesión. O por lo menos yo creo que se puede diferenciar. Por un lado tenemos la opción A del trabajo asalariado que no te aporta nada y al cual ofreces parte de tu tiempo por una recompensa económica más o menos agradable.
Yo he elegido la opción B. O mejor dicho: la opción B me ha elegido a mí.
Estaba yo en mi piso compartido, que pagaba con mi sueldo de camarero, tranquilamente reinventando la rueda con una implementación propia e inútil de un motor de persistencia para una aplicación web de la que no me iban a dar un duro y que ni siquiera me importaba. Mis compañeros de piso revoloteaban a mi alrededor y me traían el aire fresco que en el exterior corría. Se preocupaban por mi felicidad hasta que aprendieron y respetaron que tenía una addicción que requería de dosis elevadas y diarias de atención.
Mi adicción son los ejercicios de lógica. Las máquinas que funcionan.
A la vez no se me dan bien las matemáticas y me saca de quicio la variable aleatoriedad cuando intento construir algo.
Encontré desde pequeño en la programación una satisfación suave y agradable a mi problema.
Ese día que me encontraba tecleando infinitas, y atormentadamente problemáticas, líneas de mi motor de persistencia me llamó Jesús para una entrevista de trabajo. A los pocos días conocí a Miguel. En ese momento comenzó la historia de mi profesión.
Ahora disfruto del día a día. De los fines de semana, de los lunes y hasta de los miércoles. Cada día surgen retos que requieren de ingenio y valentía para ser superados. Cada día necesito aprender cosas nuevas que me hacen crecer como profesional y me completan cómo persona. Recivo continuas muestras de respeto y apoyo por mi iguales, mis compañeros, socios y clientes.
Me siento parte de un equipo. Me siento necesario y complementario.
Parte de algo que crece, navegando en el gran mar de internet, bordeado por paradisíacas playas sólo accesibles para los navegantes más intrépidos.
¿A quién le debo agradecer tamaña suerte? Falsas modestiar aparte: a mí, que me lo curro mogollón.